Después de la experiencia que vivimos con la pandemia de la COVID-19, la sociedad entera ha tomado más conciencia de un riesgo que antes parecía lejano. Si algo aprendimos es que un virus puede cambiar el mundo en cuestión de semanas.
Por eso, hoy muchas personas se preguntan: ¿podría volver a pasar? ¿Existe el riesgo de que vivamos otra gran pandemia? Y sobre todo: ¿estamos más preparados que en 2020?
Veamos qué dicen los expertos y qué podemos hacer como ciudadanos.
Un riesgo que va en aumento
A lo largo de la historia, las pandemias han acompañado a la humanidad. Desde la peste negra hasta la gripe española, pasando por el VIH. No son fenómenos nuevos, pero en el siglo XXI diversos factores han hecho que este riesgo se haya multiplicado.
Vivimos en un mundo altamente globalizado: cada día, millones de personas cruzan fronteras. Lo que antes tardaba semanas en expandirse, hoy puede hacerlo en días.
Además, la pérdida de biodiversidad y la invasión de ecosistemas naturales aumenta la posibilidad de que virus presentes en animales pasen a los humanos. Este proceso, conocido como salto zoonótico, fue precisamente el origen del SARS-CoV-2.
El cambio climático también juega un papel: modifica los hábitats y los patrones de migración de animales y de insectos vectores, como los mosquitos, facilitando la expansión de enfermedades a nuevas regiones.
A todo esto se suma un problema creciente: la resistencia a los antibióticos, que complica el control de infecciones bacterianas y puede agravar el impacto de futuras epidemias.
Por todo ello, los especialistas coinciden: es prácticamente seguro que en las próximas décadas viviremos nuevas epidemias importantes. El desafío es que no sabemos cuándo ni con qué patógeno.
Las enfermedades que más preocupan
Los organismos internacionales, como la OMS, ya trabajan con listas de patógenos prioritarios. No se trata de predecir el futuro, sino de estar mejor preparados ante posibles escenarios.
Entre las enfermedades que más preocupan hoy figuran nuevos coronavirus que puedan emerger, virus gripales con potencial pandémico, virus hemorrágicos como el ébola, enfermedades transmitidas por mosquitos —como el dengue, el zika o el chikungunya— y la posibilidad de que aparezca una enfermedad aún desconocida: la llamada «Enfermedad X«.
En Europa, y en particular en España, los cambios climáticos ya están permitiendo que mosquitos vectores de enfermedades tropicales se establezcan en la cuenca mediterránea. Además, nuestra sociedad urbanizada y altamente conectada facilita la rápida propagación de cualquier virus emergente.
¿Estamos mejor preparados?
Afortunadamente, sí. La crisis sanitaria de la COVID-19 dejó lecciones valiosas.
Hemos mejorado la capacidad para desarrollar vacunas en tiempo récord. Los sistemas de vigilancia epidemiológica están hoy mucho más coordinados. Existen protocolos claros para la gestión de pandemias y las autoridades sanitarias están mucho más alertas.
La ciudadanía también ha aprendido. Hoy existe una mayor conciencia sobre la importancia de la higiene, el uso de mascarillas en contextos de riesgo y la necesidad de seguir las recomendaciones de las autoridades sanitarias.
Pero aún queda mucho por hacer: reforzar la atención primaria, mejorar la comunicación de riesgos, luchar contra la desinformación y asegurar que la preparación sea un esfuerzo colectivo y constante.
Una preparación que empieza en casa
No es cuestión de vivir con miedo, sino de estar preparados con sentido común.
Mantener algunos hábitos de prevención es siempre recomendable: estar atentos a la información oficial, mantener al día las vacunaciones recomendadas, cuidar la higiene respiratoria, y disponer en casa de un pequeño kit de emergencia sanitaria con mascarillas, gel hidroalcohólico, termómetro y medicamentos básicos.
Además, fomentar redes de apoyo comunitario puede ser clave si en el futuro volviéramos a vivir situaciones de confinamiento o restricciones.
El futuro es incierto, pero podemos estar listos
Otra gran pandemia es un escenario probable en el horizonte. Pero también es cierto que hoy estamos mejor preparados y que podemos seguir fortaleciendo nuestra resiliencia.
La preparación ante emergencias sanitarias no debe ser vista como algo extraordinario, sino como parte de la cultura de prevención que cualquier sociedad madura debe cultivar.
Cuando llegue el próximo desafío, será esa preparación colectiva e individual la que marcará la diferencia.